I.
FUNDAMENTOS
1.- El proletariado, aún en Bolivia, constituye la clase
social revolucionaria por excelencia. Los trabajadores
de las minas, el sector más avanzado y combativo del
proletariado nacional, definen el sentido de lucha de la
FSTMB.
2.- Bolivia es país capitalista atrasado. Dentro de la
amalgama de los más diversos estadios de evolución
económica, predomina cualitativamente la explotación
capitalista, y las otras formaciones económico-sociales
constituyen herencia de nuestro pasado histórico. De
esta evidencia arranca el predominio del proletariado en
la política nacional.
3.- Bolivia, pese a ser país atrasado, sólo es un
eslabón de la cadena capitalista mundial. Las
particularidades nacionales representan en sí una
combinación de los rasgos fundamentales de la economía
mundial.
4.- La particularidad boliviana consiste en que no se ha
presentado en el escenario político una burguesía capaz
de liquidar el latifundio y las otras formas económicas
pre-capitalistas; de realizar la unificación nacional y
la liberación del yugo imperialista. Tales tareas
burguesas no cumplidas son los objetivos
democrático-burgueses que inaplazablemente deben
realizarse. Los problemas centrales de los países
semicoloniales son: la revolución agraria y la
independencia nacional, es decir, el sacudimiento del
yugo imperialista; tareas que están estrechamente
ligadas las unas a las otras.
5.- “Las características distintivas de la economía
nacional, por grandes que sean, forman parte integrante,
y en proporción cada día mayor, de una realidad superior
que se llama economía mundial; en este hecho tiene su
fundamento el internacionalismo obrero.” El desarrollo
capitalista se fisonomiza por una creciente tonificación
de las relaciones internacionales, que encuentran su
índice de expresión en el volumen del comercio exterior.
6.- Los países atrasados se mueven bajo el signo de la
presión imperialista, su desarrollo tiene un carácter
combinado: reúnen al mismo tiempo las formas económicas
más primitivas y la última palabra de la técnica y de la
civilización capitalistas. El proletariado de los
países atrasados está obligado a combinar la lucha por
las tareas demo-burguesas con la lucha por las
reivindicaciones socialistas. Ambas etapas -la
democrática y la socialista- “no están separadas en la
lucha por etapas históricas sino que surgen inmediatamente
las unas de las otras”.
7.- Los señores feudales han amalgamado sus intereses
con los del imperialismo internacional, del que se han
convertido en sus sirvientes incondicionales. De ahí que
la clase dominante sea una verdadera feudal-burguesía.
Dado el primitivismo técnico sería inconcebible la
explotación del latifundio si el imperialismo no
fomentara artificialmente su existencia arrojándole
migajas. La dominación imperialista no se la puede
imaginar aislada de los gobernantes criollos. La
concentración del capitalismo se presenta en Bolivia en
un alto grado: tres empresas controlan la producción
minera, es decir, el eje económico de la vida nacional.
La clase gobernante es mezquina en la misma medida en
que es incapaz de realizar sus propios objetivos
históricos y se encuentra ligada tanto a los intereses
del latifundismo como a los del imperialismo. El Estado
feudal-burgués se justifica como un organismo de
violencia para mantener los privilegios del gamonal y
del capitalista. El Estado es un poderoso instrumento
que posee la clase dominante para aplastar a su
adversaria. Solamente los traidores y los imbéciles
pueden seguir sosteniendo que el Estado tiene la
posibilidad de elevarse por encima de las clases
sociales y de decidir paternalmente la parte que
corresponde a cada una de ellas.
8.- La clase media o pequeña-burguesía, es la más
numerosa y, sin embargo, su peso en la economía es
insignificante. Los pequeños comerciantes y
propietarios, los técnicos, los burócratas, los
artesanos y los campesinos, no han podido hasta ahora
desarrollar una política de clase independiente y menos
lo podrán en el futuro. El campo sigue a la ciudad y en
ésta el caudillo es el proletariado. La pequeña
burguesía sigue a los capitalistas en las etapas de
“tranquilidad social” y cuando prospera la actividad
parlamentaria. Va detrás del proletariado en los
momentos de extrema agudización de la lucha de clases
(ejemplo: la revolución) y cuando tiene la certeza de
que será el único que le señale el camino de su
emancipación. En los dos extremos la independencia de
clase de la pequeña burguesía es un mito. Evidentemente,
son enormes las posibilidades revolucionarias de amplias
capas de la clase media, basta recordar los objetivos de
la revolución democrático-burguesa, pero también es
cierto que no pueden realizar por sí solas tales
objetivos.
9.- El proletariado se caracteriza por tener la
suficiente fuerza para realizar sus propios objetivos e
incluso los ajenos. Su enorme peso específico en la
política está determinado por el lugar que ocupa en el
proceso de la producción y no por su escaso número. El
eje económico de la vida nacional será también el eje
político de la futura revolución.
El movimiento minero boliviano es uno de los más
avanzados de América Latina. El reformismo argumenta que
no puede darse en el país un movimiento social más
adelantado que el de los países técnicamente más
evolucionados. Tal concepción mecanicista de la relación
entre la perfección de las máquinas y la conciencia
política de las masas ha sido desmentida innumerables
veces por la historia.
El proletariado boliviano, por su extrema juventud e
incomparable vigor, por haber permanecido casi virgen en
el aspecto político, por no tener tradiciones de
parlamentarismo y colaboracionismo clasista y, en fin,
por actuar en un país en el que la lucha de clases
adquiere extrema beligerancia, decimos que por todo esto
el proletariado boliviano ha podido convertirse en uno
de los más radicales. Respondemos a los reformistas y a
los vendidos a la rosca que un proletariado de tal
calidad exige reivindicaciones revolucionarias y una
temeraria audacia en la lucha.
II.
EL TIPO DE REVOLUCIÓN QUE DEBE REALIZARSE
1.- Los trabajadores del subsuelo no insinuamos que
deben pasarse por alto las tareas democrático-burguesas:
lucha por elementales garantías democráticas y por la
revolución agraria antiimperialista. Tampoco negamos la
existencia de la pequeña burguesía , sobre todo de los
campesinos y de los artesanos. Señalamos que la
revolución democrático-burguesa, si no se la quiere
estrangular, debe convertirse sólo en una fase de la
revolución proletaria.
Mienten aquellos que nos señalan como propugnadores de
una inmediata revolución socialista en Bolivia, bien
sabemos que para ello no existen condiciones objetivas.
Dejamos claramente sentado que la revolución será
democrático-burguesa por sus
objetivos y únicamente un episodio de la revolución
proletaria por la clase social que la acaudillará.
La revolución proletaria en Bolivia no quiere decir
excluir a las otras capas explotadas de la nación, sino
la alianza revolucionaria del proletariado con los
campesinos, los artesanos y otros sectores de la
pequeña-burguesía ciudadana.
2.- La dictadura del proletariado es una proyección
estatal de dicha alianza. La consigna de revolución y
dictadura proletarias pone en claro el hecho de que será
la clase obrera el núcleo director de dicha
transformación y de dicho Estado. Lo contrario, sostener
que la revolución democrático-burguesa, por ser tal,
será realizada por los sectores “progresistas” de la
burguesía y que el futuro Estado encarnará la fórmula de
gobierno de unidad y concordia nacionales, pone de
manifiesto la intención firme de estrangular al
movimiento revolucionario en el marco de la democracia
burguesa. Los trabajadores una vez en el poder no podrán
detenerse indefinidamente en los límites
democrático-burgueses y se verán obligados, cada día en
mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el
régimen de la propiedad privada, de este modo la
revolución adquirirá carácter permanente.
III.
LUCHA CONTRA EL COLABORACIONISMO CLASISTA
1.- La lucha de clases es, en último término la lucha por
la apropiación de la plusvalía. Los proletarios que
venden su fuerza de trabajo luchan por hacerlo en
mejores condiciones y los dueños de los medios de
producción (capitalistas) luchan por seguir usurpando el
producto del trabajo no pagado, ambos persiguen
objetivos contrarios, resultando estos intereses
irreconciliables. No podemos cerrar los ojos ante la
evidencia de que la lucha contra los patronos es una
lucha a muerte, porque en esa lucha se juega el destino
de la propiedad privada. No reconocemos, contrariamente
a nuestros enemigos, tregua en la lucha de clases. La
presente etapa histórica, que es una etapa de vergüenza
para la humanidad, sólo podrá ser superada cuando
desaparezcan las clases sociales, cuando ya no existan
explotados ni explotadores. Sofisma estúpido de los
colaboracionistas que sostienen que no debe irse a la
destrucción de los ricos, sino a convertir a los pobres
en ricos. Nuestro objetivo es la expropiación de los
expropiadores.
2.- Todo intento de colaboración con nuestros verdugos,
todo intento de concesión al enemigo en nuestra lucha,
es nada menos que una entrega de los trabajadores a la
burguesía. La colaboración de clases quiere decir
renunciación de nuestros objetivos. Toda conquista
obrera, aun la más pequeña, ha sido conseguida después
de cruenta lucha contra el sistema capitalista. No podemos
pensar en un entendimiento con los sojuzgadores porque
el programa de reivindicaciones transitorias lo
subordinamos a la revolución proletaria.
No somos reformistas, aunque entregamos a los
trabajadores la plataforma más avanzada de
reivindicaciones; somos, sobre todo, revolucionarios,
porque nos dirigimos a transformar la estructura misma
de la sociedad.
3.- Rechazamos la ilusión pequeño-burguesa de solucionar
el problema obrero dejando en manos del Estado o de
otras instituciones que tienen la esperanza de pasar por
organismos equidistantes entre las clases sociales en
lucha. Tal solución, enseña la historia del movimiento
obrero nacional y también del internacional, ha
significado siempre una solución de acuerdo con los
intereses del capitalismo y a costa del hambre y de la
opresión del proletariado. El arbitraje obligatorio y la
reglamentación legal de los medios de lucha de los
trabajadores es, en la generalidad de los casos, el
comienzo de la derrota.
En lo posible, trabajamos por destrozar el arbitraje
obligatorio.
4.- La realización de nuestro programa de
reivindicaciones transitorias, que debe llevarnos a la
revolución proletaria, está subordinada siempre a la
lucha de clases. Estamos orgullosos de ser los más
intransigentes cuando se habla de compromisos con los
patronos. Por esto es una tarea central luchar y
destrozar a los reformistas que pregonan la colaboración
clasista, a los que aconsejan apretarse los cinturones
en aras de la llamada salvación nacional. Cuando existe
hambre y opresión de los obreros, no puede haber
grandeza nacional: eso se llama miseria y decrepitud
nacionales. Nosotros aboliremos la explotación
capitalista.
IV.
LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO
1.- Para los trabajadores mineros lucha de clases quiere
decir, sobre todo, lucha contra los grandes mineros, es
decir, contra un sector del imperialismo yanqui que nos
oprime. La liberación de los explotados está subordinada
a la lucha contra el capitalismo internacional.
Porque luchamos contra el capitalismo internacional
representamos los intereses de toda la sociedad y
tenemos objetivos comunes con los explotados de todo el
mundo. La destrucción del imperialismo es cuestión
previa a la tecnificación de la agricultura y a la
creación de la pequeña y pesada industrias.
Ocupamos la misma posición que el proletariado
internacional porque estamos empeñados en destruir una
fuerza también internacional: el imperialismo.
2.- Denunciamos como a enemigos declarados del
proletariado a los “izquierdistas” alquilados al
imperialismo yanqui, que nos hablan de la grandeza de la
“democracia” del Norte y de su prepotencia mundial. No
se puede hablar de democracia cuando son sesenta
familias las que dominan los Estados Unidos de Norte
América y cuando esas sesenta familias chupan la sangre
de los países semi-coloniales, como el nuestro. A la
prepotencia yanqui corresponde una descomunal
acumulación y agudización de los antagonismos y
contradicciones del sistema capitalista. Estados Unidos
es un polvorín que espera el contacto de una sola chispa
para explosionar. Nos declaramos solidarios con el proletariado
norteamericano y enemigos irreconciliables de su
burguesía que vive de la rapiña y opresión mundiales.
3.- La política imperialista, que define la orientación
de la política boliviana, está determinada por la etapa
monopolista del capitalismo. Por esto la política
imperialista no puede menos que ser de opresión y
rapiña, de incesante transformación del Estado en un
dócil instrumento en manos de los explotadores. Las
posturas de “buena vecindad”, “panamericanismo”, etc.,
no son sino disfraces que utilizan el imperialismo
yanqui y la feudal burguesía criolla para engañar a los
pueblos de Latinoamérica. El sistema de la consulta
diplomática recíproca; la creación de instituciones
bancarias internacionales con dinero de los países
oprimidos; la concesión de bases militares estratégicas
para los yanquis; los contratos leoninos sobre la venta
de materias primas, etc., son diversas formas de la
descarada entrega de los países sudamericanos por sus
gobernantes al imperialismo voraz. Luchar contra este
entreguismo y denunciar toda vez que el imperialismo
muestre la garra, es un deber elemental del
proletariado.
Los yanquis no se conforman con señalar el destino de
las composiciones ministeriales, van más lejos: han
tomado para sí la tarea de orientar la actividad
policial de los países semi-coloniales, no otra cosa
significa la anunciada lucha contra los revolucionarios
antiimperialistas.
V.
LUCHA CONTRA EL FASCISMO
1.- Nuestra lucha contra el imperialismo tiene que ser
paralela a nuestra lucha contra la feudal-burguesía entreguista. El antifascismo se convierte, en la
práctica, en un aspecto de tal lucha: la defensa y
consecución de garantías democráticas y la destrucción
de las bandas armadas y mantenidas por la burguesía.
2.- El fascismo es producto del capitalismo
internacional. El fascismo es la última etapa de
descomposición del imperialismo, pero, con todo, no deja
de ser una fase imperialista. Cuando se organiza la
violencia desde el Estado para defender los privilegios
capitalistas y destruía físicamente al movimiento
obrero, nos encontramos en un régimen de corte fascista.
La democracia burguesa es un lujo demasiado caro, que
solamente países que han acumulado mucha grasa a costa
del hambre mundial pueden darse. En países pobres, como
el nuestro, por ejemplo, los obreros en un momento
determinado están condenados a enfrentarse con la boca
de los fusiles.
Poco importa el partido político que tenga que recurrir
a medidas fascistizantes para servir mejor los intereses
imperialistas. Sí se persiste en mantener la opresión
capitalista, el destino de los gobernantes está ya
escrito: la violencia contra los obreros.
3.- La lucha contra los grupículos fascistizantes está
subordinada a la lucha contra el imperialismo y la
feudal-burguesía. Los que, pretextando luchar contra el
fascismo, se entregan al imperialismo “democrático” y a
la feudal-burguesía también “democrática” no hacen otra
cosa que preparar el camino para el advenimiento
inevitable de un régimen fascistizante.
Para destruir definitivamente el peligro fascista
tenemos que destruir el capitalismo como sistema.
Para luchar contra el fascismo, lejos de atenuar
artificialmente las contradicciones clasistas, tenemos
que avivar la lucha de clases.
VI.
LA FSTMB Y LA SITUACIÓN ACTUAL
1.- La situación revolucionaria del 21 de julio, creada
por la irrupción a la calle de los explotados privados
de pan y de libertad y la acción defensiva y beligerante
de los mineros, impuesta por la necesidad de defender
las conquistas sociales logradas y conseguir otras más
avanzadas, ha permitido a los representantes de la gran
minería montar su máquina estatal, gracias a la traición
y complicidad de los reformistas que pactaron con la
feudal-burguesía. La sangre del pueblo sirvió para que
sus verdugos consolidaran su posición en el poder. El
hecho de que la Junta de Gobierno sea una institución
provisional no modifica en nada la situación creada.
Los trabajadores mineros hacen bien en colocarse a la
expectativa frente a los gobernantes y exigirles
obliguen a las empresas a cumplir las leyes que rigen en
el país. No podemos ni debemos solidarizarnos con ningún
gobierno que no sea el nuestro propio, es decir, obrero.
No podemos dar ese paso porque sabemos que el Estado
representa los intereses de la clase social dominante.
2.- Los ministros “obreros” no cambian la naturaleza de
los gobiernos burgueses. Mientras el Estado defienda a
la sociedad capitalista, los ministros “obreros” se
convierten en vulgares proxenetas de la burguesía. El
obrero que tiene la debilidad de cambiar su puesto de
lucha en las filas revolucionarias por una cartera
ministerial burguesa, pasa a las filas de los traidores.
La burguesía idea a los ministros “obreros” para poder
engañar mejor y más fácilmente a los trabajadores, para
conseguir que los explotados abandonen sus propios
métodos de lucha y se entreguen en cuerpo y alma a la
tutela del ministro “obrero”.
3.- Las próximas elecciones darán como resultado un
gobierno al servicio de los grandes mineros, por algo
será el producto de elecciones que nada tienen de
democráticas. La mayoría de la población, los indígenas
y un enorme porcentaje del proletariado, por los
obstáculos que pone la Ley Electoral y por ser
analfabetos, está imposibilitada de concurrir a las
urnas electorales. Sectores de la pequeña-burguesía,
corrompidos por obra de la clase dominante, determinan
el resultado de las elecciones. No nos hacemos ninguna
ilusión con respecto a la lucha electoral.
Los obreros no llegaremos al poder por obra de la
papeleta electoral, llegaremos por obra de la revolución
social. Por esto, podemos afirmar que nuestra conducta
frente al futuro gobierno será la misma que frente a la
actual Junta de Gobierno. Si se cumplen las leyes, en
hora buena, para eso están puestos los gobernantes. Si
no se llegan a cumplir, enfrentarán nuestra más enérgica
protesta.
VII.
REIVINDICACIONES TRANSITORIAS
Cada sindicato, cada región minera, tienen sus problemas
peculiares y los sindicalistas deben ajustar su lucha
diaria a esas peculiaridades. Pero existen problemas
que, por sí solos, sacuden y unifican a los cuadros
obreros de toda la nación: la miseria creciente y el
boicot patronal que se hacen cada día más amenazantes.
Contra esos peligros la FSTMB. propugna medidas
radicales.
1.- SALARIO BÁSICO VITAL Y ESCALA
MÓVIL DE SALARIOS.
La supresión del sistema de pulpería barata y la
excesiva desproporción existente entre estándar de vida
y los salarios reales, exigen la fijación de un salario
básico vital.
Como sostuvo el Tercer Congreso Minero (Catavi-Llallagua,
marzo de 1946), ese salario vital debe ser complementado
con el sistema de la escala móvil de salarios. Evitemos
que la curva del alza de los precios no pueda nunca ser
alcanzada por los reajustes periódicos de salarios.
Pongamos fin a la eterna maniobra de anular los reajustes
de salarios mediante la depreciación del signo monetario
y por la elevación, casi siempre artificial, de los
precios de los medios de subsistencia. Los sindicatos
deben encargarse de controlar el costo de la vida y
exigir a las empresas el aumento automático de salarios
de acuerdo a dicho costo. El salario básico, lejos de
ser estático debe seguir a la curva del aumento de los
precios de los artículos de primera necesidad.
2.- SEMANA DE 40 HORAS DE TRABAJO Y ESCALA
MÓVIL DE HORAS
DE TRABAJO. [1]
La tecnificación de las minas acelera el ritmo del
trapajo del obrero. La propia naturaleza del trabajo en
el subsuelo convierte la jornada de ocho horas en
excesiva y que aniquila en forma inhumana la vitalidad
del trabajador . La lucha misma por un mundo mejor exige
que en alguna medida se libere al hombre de la
esclavitud de la mina. Por esto, la FSTMB luchará por la
consecución de la semana de cuarenta horas, jornada que
debe ser complementada con la implantación de la escala
móvil de horas de trabajo.
La única manera de luchar eficazmente contra el peligro
permanente del boicot patronal contra los obreros, está
en conseguir la implantación de la escala móvil de horas
de trabajo, la que permitirá disminuir la jornada de
trabajo en la misma proporción en que aumenta el número
de desocupados. Tal disminución no debe significar una
disminución del salario, puesto que éste es considerado
vital necesario.
Solamente estas medidas nos permitirán evitar que los
cuadros obreros sean destrozados por la miseria y que el
boicot patronal aumente artificialmente el ejército de
desocupados.
3.- OCUPACIÓN DE MINAS.
Los capitalistas pretenden contener el ascendente
movimiento obrero con el argumento de que están
obligados a cerrar sus minas en caso de tener pérdidas.
Se pretende poner un dogal a los sindicatos
presentándoles el espectro de la cesantía. Además, la
paralización temporal de las explotaciones, lo demuestra
la experiencia, solo ha servido para burlar los
verdaderos alcances de las leyes sociales y para
recontratar a los obreros, bajo la presión del hambre,
en condiciones verdaderamente vergonzosas.
Las grandes empresas tienen el sistema de doble
contabilidad. Una para exhibirla ante los obreros y
pagar los impuestos al estado y otra para establecer el
monto de dividendos. No podemos ceder en nuestras
aspiraciones ante los guarismos de los libros de
contabilidad.
Los obreros que han sacrificado sus vidas en aras de la
prosperidad de las empresas tienen el derecho de exigir
no se les niegue trabajar, aun en épocas que no sean
bonancibles para los capitalistas.
El derecho al trabajo no es una reivindicación dirigida
a tal o cual capitalista en particular, sino al sistema
en su conjunto, por esto no puede interesarnos el
lamento de algunos pequeños empresarios quebrados.
Si los patronos se encuentran incapacitados de otorgar a
sus esclavos un pedazo más de pan; si el capitalismo
para subsistir se ve obligado a atacar el salario y las
conquistas alcanzadas; sí los capitalistas responden a
todo intento reivindicacionista con la amenaza del
cierre de sus instalaciones, no les queda a los
trabajadores más recurso que ocupar las minas y tomar
por su cuenta el manejo de la producción.
La ocupación de las minas por si misma sobrepasa el
marco del capitalismo, puesto que plantea la cuestión de
saber quien es el verdadero dueño de las minas: Los
capitalistas o los trabajadores. La ocupación no se debe
confundir con la socialización de las minas, se trata
solamente de evitar que el boicot patronal prospere, que
los trabajadores sean condenados a morirse de hambre.
Las huelgas con ocupación de minas se convierten en una
de los objetivos centrales de la FSTMB.
Por tales proyecciones, es evidente que la ocupación de
las minas adquiere categoría de medida ilegal. No podía
ser de otro modo.
El Decreto Supremo de la Junta de Gobierno prohibiendo
la incautación de las minas por los obreros no afecta
nuestra posición. Sabíamos que no es posible contar en
tales casos con la colaboración gubernamental y teniendo
la evidencia de no obrar bajo el amparo de las leyes, no
nos queda más recurso que ocupar las minas sin derecho.
a indemnización alguna en favor de los capitalistas.
La ocupación de las minas debe hacer surgir los Comités
de Minas, que deben formarse con la concurrencia de
todos los trabajadores, incluso de los no
sindicalizados. Los Comités de Minas deberán decidir los
destinos de la mina y de los obreros que intervienen en
la producción.
4.- CONTRATO COLECTIVO DE TRABAJO.
En nuestra legislación el patrón puede escoger
libremente entre el contrato individual y colectivo.
Hasta la fecha y porque a las empresas así les interesa,
no ha sido posible llevar a la práctica el contrato
colectivo. Tenemos que luchar porque se establezca una
sola forma de contrato de trabajo: el colectivo.
No se puede. permitir que la prepotencia del capitalista
arrolle al trabajador individual, incapaz de dar un
libre consentimiento, porque no puede existir libre
consentimiento allí donde la miseria del hogar obliga a
aceptar el más ignominioso contrato de trabajo.
a) El contrato colectivo de trabajo debe ser, sobre
todo, revocable en cualquier tiempo por la sola voluntad
de los sindicatos
b) de adhesión, es decir, obligatorio
aun para los no sindicalizados, el obrero que vaya a
contratarse encontrará ya preestablecidas las
condiciones pertinentes
c) no debe excluir las
condiciones más favorables que se hubiese conseguido
mediante contratos individuales; d) su ejecución y el
contrato mismo deben estar controlados por los
sindicatos.
El contrato colectivo debe tomar como punto de partida
nuestra plataforma de reivindicaciones transitorias.
5.- INDEPENDENCIA SINDICAL.
La realización de nuestras aspiraciones será posible si
somos capaces de liberamos de la influencia de todos los
sectores de la burguesía y de sus agentes, de
“izquierda”. La sífilis del movimiento obrero constituye
el sindicalismo dirigido. Los sindicatos cuando se
convierten en apéndices gubernamentales pierden su
libertad de acción y arrastran a las masas por el camino
de la derrota.
Denunciamos a la Confederación Sindical de Trabajadores
de Bolivia (CSTB) como una agencia gubernamental en el
campo obrero. No podemos confiar en organizaciones que
tienen su secretaría permanente en el Ministerio del
Trabajo y envían a sus miembros a realizar propaganda
gubernamental.
La FSTMB. tiene absoluta independencia con relación a
los sectores burgueses, al reformismo de izquierda y al
gobierno. Realiza una política sindical revolucionaria y
denuncia como traición toda componenda con la burguesía
o con el gobierno.
6.- CONTROL OBRERO EN LAS MINAS.
La FSTMB. apoya toda medida que tomen los sindicatos en
sentido de realizar un efectivo control de los obreros
en todos los aspectos del funcionamiento de las minas.
Tenemos que romper los secretos patronales de
explotación, de contabilidad, de técnica, de
transformación de minerales, etc., para establecer la
directa intervención de los trabajadores como tales en
dichos “secretos”. Ya que nuestro objetivo es la
ocupación de las minas, tenemos que interesarnos en
sacar a la luz del día los secretos patronales.
Los obreros deben controlar la dirección técnica de la
explotación, los libros de contabilidad, intervenir en
la designación de empleados de categoría y, sobre todo,
deben interesarse en publicar los beneficios que reciben
los grandes mineros y los fraudes que realizan cuando se
trata de pagar impuestos al Estado y de contribuir a la
Caja de Seguro y ahorro obrero.
7.- ARMAMENTO DE LOS TRABAJADORES.
Hemos dicho que mientras exista el capitalismo, la
represión violenta del movimiento obrero es un peligro
latente. Si queremos evitar que la masacre de Catavi se
repita tenemos que armar a los trabajadores. Para
rechazar a las bandas fascistas y a los rompehuelgas,
forjemos piquetes obreros debidamente armados.
¿De dónde sacar armas...? Lo fundamental es enseñar a
los trabajadores de base que deben armarse contra la
burguesía armada hasta los dientes; los medios ya se
encontrarán. ¿Hemos olvidado acaso que diariamente
trabajamos con poderosos explosivos?
Los piquetes sindicales deben organizarse militarmente y
a la brevedad posible.
8.- BOLSA PROHUELGA.
Las empresas tienen un arma de control en las pulperías
y en los miserables salarios que obligan a los obreros a
no tener más recursos que las remuneraciones diarias. La
huelga tiene su peor enemigo en el hambre que sufren los
huelguistas. Para que la huelga llegue a feliz término
se tiene que eliminar la adversa presión familiar. Los
sindicatos están obligados a destinar una parte de sus
ingresos a engrosar las bolsas pro-huelga, para poder,
en su caso otorgar, a los obreros el socorro necesario.
9.- REGLAMENTACIÓN DE LA
SUPRESIÓN DE LA PULPERÍA
BARATA.
Ya dijimos que el sistema de pulpería barata permitía a
los patronos un enriquecimiento indebido a costa del
salario del trabajador. La simple supresión de las
pulperías baratas no hace sino agravar la situación de
los trabajadores y se convierte en una medida contraria
a sus intereses.
Para que la supresión de pulperías baratas cumpla su
función debe exigirse que el reglamento respectivo
complemente dicha medida con la escala móvil de salario,
y el establecimiento del salario básico vital.
10.- SUPRESIÓN DEL TRABAJO A “CONTRATO”.
Las empresas, para burlar la jornada máxima legal y
explotar en mayor medida al trabajador, han ideado las
diversas modalidades de trabajo que se llaman
“contratos”. Estamos obligados a romper esta nueva
maniobra capitalista que se utiliza con fines de rapiña.
Que se establezca el único sistema del salario por
jornada diaria.
VIII. ACCIÓN DIRECTA DE MASAS Y LUCHA PARLAMENTARIA
1.- Reivindicamos el lugar de preeminencia que
corresponde, entre los métodos de lucha proletaria, a la
acción directa de masas. Sabemos sobradamente que
nuestra liberación será obra de nosotros mismos y que
para conseguir dicha finalidad no podemos esperar
colaboración de fuerzas ajenas a las nuestras. Por esto,
en esta etapa de ascenso del movimiento obrero, nuestro,
método preferido de lucha constituye la acción directa
de masas y dentro de ésta la huelga y la ocupación de
minas. En lo posible evitemos las huelgas por motivos
insignificantes, a fin de no debilitar nuestras fuerzas.
Superemos la etapa de las huelgas locales. Las huelgas
aisladas permiten a la burguesía concentrar su atención
y sus fuerzas en un solo punto. Toda huelga debe nacer
con la intención de convertirse en general. Algo más,
una huelga de mineros debe extenderse a otros sectores
proletarios y a la clase media. Las huelgas con
ocupación de minas están a la orden del día. Los
huelguistas desde el primer momento deben controlar los
puntos claves de la mina y sobre todo los depósitos de
explosivos.
Declaramos que al colocar en primer plano la acción
directa de masas, no negamos la importancia de otros
métodos de lucha.
Los revolucionarios deben encontrarse en todas partes
donde la vida social coloque a las clases en situación
de lucha.
2.- La lucha parlamentaria
es importante, pero en las etapas de ascenso del
movimiento revolucionario
adquiere un carácter secundario. El parlamentarismo para
jugar un papel trascendental debe subordinarse a la
acción directa de masas.
En los momentos de reflujo, cuando las masas abandonan
la lucha y la burguesía se apropia de los puestos que
aquellas han dejado, puede el parlamentarismo colocarse
en un primer plano. De un modo general, el parlamento
burgués no resuelve el problema fundamental de nuestra
época: el destino de la propiedad privada. Tal destino
será señalado por los trabajadores en las calles. Si
bien no negamos la lucha parlamentaria, la sometemos a
determinadas condiciones. Debemos llevar al parlamento a
elementos revolucionarios probados, que se identifiquen
con nuestra conducta sindical. El parlamento debe ser
convertido en tribuna revolucionaria. Sabemos que
nuestros representantes serán una minoría, pero también
que se encargarán de desenmascarar, desde el seno mismo
de las cámaras, las maniobras de la burguesía. Y, sobre
todo, la lucha parlamentaria debe estar directamente
ligada a la acción directa de masas. Diputados obreros y
trabajadores mineros deben actuar bajo una sola
dirección: los principios de la presente Tesis Central.
3.- En la próxima lucha electoral nuestra tarea
consistirá en llevar un bloque obrero, lo más fuerte
posible, al parlamento. Recalcamos que siendo
antiparlamentaristas no podemos dejar libre este campo a
nuestros enemigos de clase. Nuestra voz se escuchará
también en el recinto parlamentario.
IX.
A LA CONSIGNA BURGUESA DE UNIDAD NACIONAL, OPONGAMOS EL
FRENTE ÚNICO PROLETARIO
1.- Somos soldados de la lucha de clases. Hemos dicho que
la guerra contra los explotadores es una guerra a
muerte. Por esto destrozaremos todo intento
colaboracionista en las filas obreras. El camino de la
traición se abrió con los famosos frentes populares, es
decir, los frentes que, olvidando la lucha de clases,
unen a proletarios, pequeño-burgueses y algunos sectores
de la misma burguesía. El frente popular ha costado
muchas derrotas al proletariado internacional. La
expresión más cínica de la negación de la lucha de
clases, de la entrega de los oprimidos a sus verdugos,
del punto culminante de la degeneración de los frentes
populares es la llamada “unidad nacional”. Esta consigna
burguesa ha sido lanzada por boca de los reformistas.
“Unidad nacional” significa unidad de los burgueses con
sus sirvientes para poder maniatar a los trabajadores.
“Unidad nacional” significa derrota de los explotados y
victoria de la rosca. No podemos hablar de “unidad
nacional” cuando la nación está dividida en clases
sociales empeñadas en una guerra a muerte. Mientras
exista el régimen de la propiedad privada sólo los
traidores o los agentes a sueldo del imperialismo,
pueden atreverse a hablar de “unidad nacional”.
2.- A la consigna burguesa de “unidad nacional” opongamos
el Frente Único Proletario (FUP). La unificación en un
bloque granítico de los explotados y de los elementos
revolucionarios es una imperiosa necesidad para
destrozar al capitalismo que está unificado en un solo
bloque.
Porque utilizamos los métodos de la revolución
proletaria y porque no nos salimos del marco de la lucha
de clases es que forjaremos el FUP.
3.- Para evitar las influencias burguesas, para convertir
en realidad nuestras aspiraciones, para movilizar a las
masas hacia la revolución proletaria, necesitamos del
frente único proletario. Los elementos revolucionarios
que se identifiquen con nuestras declaraciones
fundamentales y las organizaciones proletarias
(ferroviarias, fabriles, gráficos, chóferes, etc.),
serán muy bien recibidos en el frente único proletario.
En los últimos días la CSTB agita la consigna de frente
de izquierdas. Hasta ahora no se sabe con qué fines se
pretende formar tal frente. Si sólo se trata de una
maniobra preelectoral y se quiere imponer una dirección pequeño-burguesa - pequeño-burguesa es la CSTB- declaramos
que nada tenemos que ver con tal frente de izquierdas..
Pero, si se permitiese imponer el pensamiento proletario
y si sus objetivos fueran los que contempla esta Tesis,
iríamos con todas nuestras fuerzas a dicho frente, que,
en último caso, no sería sino más que un frente
proletario con pequeñas variaciones y diferente
denominación.
X.
CENTRAL OBRERA
La lucha del proletariado precisa un comando único.
Necesitamos forjar una poderosa CENTRAL OBRERA. La
historia de la CSTB enseña la forma en que debemos
proceder para lograr nuestro intento. Cuando las
federaciones se convirtieron en instrumentos dóciles al
servicio de los partidos políticos de la pequeña
burguesía, cuando pactaron con la burguesía, dejaron de
ser representantes de los explotados. Es nuestra misión
evitar las maniobras de los burócratas sindicales y de
las capas artesanales corrompidas por la burguesía.
Sobre una base verdaderamente democrática debe
organizarse la central de los trabajadores bolivianos.
Estamos cansados de los pequeños fraudes para conseguir
mayorías. No vamos a permitir que una organización de un
centenar de artesanos pueda pesar en la balanza
plebiscitaria igual que la Federación de Mineros que
cuenta con cerca de setenta mil obreros. El pensamiento
de las organizaciones mayoritarias no debe ser anulado
con el voto de organismos casi inexistentes. El
porcentaje de influencia de las diferentes federaciones
debe estar determinado por el número de afiliados.
Además, es nuestra tarea entregar a ella un programa
verdaderamente revolucionario que debe inspirarse en lo
que en este documento exponemos.
XI.
PACTOS Y COMPROMISOS
1.- Con la burguesía no tenemos que realizar ningún
bloque, ningún compromiso.
2.- Con la pequeña burguesía como clase y no con sus
partidos políticos, podemos forjar bloques y firmar
compromisos. El frente de izquierda, la Central Obrera,
son ejemplos de tales bloques, pero teniendo cuidado de
luchar porque el proletariado sea el director del
bloque. Si se pretende que vayamos a remolque de la
pequeña burguesía debemos rechazar y romper los bloques.
3.- Muchos pactos y compromisos con diferentes sectores
pueden no ser cumplidos, pero aun así son un poderoso
instrumento en nuestras manos. Esos compromisos, si se
los contrae con espíritu revolucionario, nos permiten
desenmascarar las traiciones de los caudillos de la
pequeña burguesía, nos permiten arrastrar a las bases a
nuestras posiciones. El pacto obrero-universitario de
julio es un ejemplo de cómo un pacto no cumplido puede
convertirse en arma destructora de nuestros enemigos.
Cuando algunos universitarios descalificados ultrajaron
a nuestra organización en Oruro, los trabajadores y
sectores revolucionarios de la universidad atacaron a
los autores del atentado y orientaron a los estudiantes.
En todo pacto debe colocarse como punto de partida las
declaraciones contenidas en el presente documento.[2]
El cumplimiento de un pacto depende de que los mineros
iniciemos el ataque a la burguesía , no podemos esperar
que tal paso lo den los sectores pequeño-burgueses. El
caudillo de la revolución será el proletariado.
La colaboración revolucionaria de mineros y campesinos
es una tarea central de la FSTMB, tal colaboración es la
clave de la revolución futura. Los obreros deben
organizar sindicatos campesinos y trabajar en forma
conjunta con las comunidades indígenas . Para esto es
necesario que los mineros apoyen la lucha de los
campesinos contra el latifundio y secunden su actividad
revolucionaria con los otros sectores proletarios
estamos obligados a unificarnos, a tal unificación
debemos llevar también a los sectores explotados del
taller artesanal: oficiales y aprendices.
Pulacayo, 8 de noviembre de 1946.
[1] El Primer Congreso Extraordinario de la FSTMB,
complementando este punto, acordó luchar por la
implantación de la semana de trabajo de treinta y seis
horas para mujeres y niños.
[2] El Primer Congreso Extraordinario de la FSTMB ha
ratificado el pacto minero-universitario suscrito en
Oruro el 29 de julio de 1.946. |