■ PULACAYO COLONIAL
Los datos más confiables sobre
Pulacayo, se encuentran en la erudita y voluminosa obra de Pedro
Vicente Cañete, citando a Huanchaca como "uno de los principales
minerales de Porco", de la Intendencia y provincias de Potosí.
Aunque la aparente omisión de Pulacayo en la carta geográfica de la
provincia de Potosí, mandada a preparar por el citado autor del año
1787, implicaría suponer la inexistencia de este pueblo o tratarse
sólo un campamento minero con el mismo nombre de Guanchaca, tal
corno advertimos en el mapa cartográfico de ese año.
Otros datos señalan que el mineral fue explotado entre 1773 y 1793
por mineros españoles, entre ellos el coronel Tardió, viéndose
obligados a abandonarlo luego de la tercera insurrección indígena y
las primeras escaramuzas de la llamada "guerra de la Independencia".
Otra referencia referida a la época de la explotación minera durante
la colonia, son los testimonios de los testigos presentados por
Ramírez. Éstos declararon bajo juramento que el último propietario
de la mina fue un europeo de apellido Maturana que habría fugado a
raíz del cruento enfrentamiento en la sublevación indígena de los
años 1780 - 1782. A partir de esa época nadie trabajó la mina,
excepto algunos "pucheros", ocasionalmente dedicados a remover los
relaves del ingenio San Juan de Guanchaca, en procura de algún
azogue.
La ausencia de Guanchaca, o el hoy llamado Pulacayo en la relación
de los cronistas en los siglos XVII y XVIII, denotarían una curiosa
omisión, por cuanto tal yacimiento estaba en las entrañas de los
cerros Norte circunvecinos de la transitada ruta de transporte de
las barras de plata o los quintos reales provenientes de la Villa
Imperial, con dirección a los puertos del Pacífico. Raro enigma, en
mucho inexplicable, conocida como fue la exhaustiva búsqueda por los
ambiciosos conquistadores, que no dejaron sitio alguno sin revisar a
conciencia.
■ MEMORIA HISTÓRICA REPUBLICANA DE PULACAYO
En la mañana del 17 de diciembre de
1833 el español Mariano Ramírez, José Ignacio del Río, mineros de
profesión y el comerciante José Santiago de Portuondo, suscriben la
escritura de constitución de una sociedad o compañía mineralógica,
"Con el propósito de proseguir el trabajo de los ingenios de
Huanchaca y de explotar los metales de plata de los minerales de
Pulacayo y Pocañeta". "La hacienda e ingenio arruinados de
Guanchaca", fueron adquiridos en 500 pesos por Ramírez y sus socios
del "Coronel español Manuel Tardío Herrera".
Mariano Ramírez obtuvo la licencia de "cateo general" de los cerros
comprendidos en la diputación territorial de Tolapampa,
descubriéndose así un cegado "barreo" (bocamina) denominado 'Pata Ocko' en los cerros de Pulacayo. A partir de agosto del mismo año,
las labores de rehabilitación minera, fueron ejecutadas por su
hermano Severino Ramírez, en tanto él se trasladó a Atocha la Vieja,
donde permaneció posiblemente hasta los primeros días del mes de
diciembre, haciendo un sugestivo acto de presencia en la ciudad de
Potosí, para registrar ante notario, la Sociedad Mineralógica
Guanchaca.
A inicios de 1834, Mariano Ramírez solicitó la adjudicación de las
primeras estacaminas, previa testificación juramentada de ser zona
"yerma, abandonada y despoblada desde inmemorial tiempo",
corroborando con testigos la inexistencia, siquiera, de míseras
chozas habitadas.
En los subsiguientes años, cada socio, por sí o por poder fueron
tomando posesión de nuevas estacaminas, recordando nuevamente la
ausencia de otros interesados. Hacia 1838 se tomó posesión de la
Veta Tajo, así llamada desde antigua época.
■ TOPÓNIMOS Y MEMORIA HISTÓRICA COMUNITARIA
La historia y el mito se entrecruzaron
en alguna incierta época anterior al descubrimiento de las riquezas
argentíferas. Sé cuenta que un jinete, viajando sobre una briosa
mula habría sufrido una caída, en un providencial lugar donde
refulgía un incomparable pedazo de mineral de plata. Poco después,
llegado a su destino, enseñaba ufano la plata de mineral, provocando
la general admiración, preguntando:
- ¿Dónde la encontraste? -
Respondiendo lacónicamente:
- Donde la mula cayó. -
De la concisa respuesta, el
desconocido autor de la versión fabricó la etimología de Pulacayo:
mula cayó – mulacayo – Pulacayo. Deducción, aunque artificiosa, ha
adquirido todos los derechos para continuar en su sitial.
Para la época de Ramírez, se conocía ya su existencia con ese
nombre. Refiere Ricardo Arce (citado por Condarco Morales: Aniceto
Arce... La Paz, Juventud, 1985) que "una india vieja de Tolapampa
llevó de un modo sigiloso a Don Mariano Ramírez hasta Mulacayo, vale
decir al mismo paraje posteriormente conocido como Pulacayo Viejo,
donde le enseño un ramo de veta".
Por lo general, las antiguas generaciones precisaban los lugares por
la primera impresión de la región a la vista, o de lo contrario,
coincidiendo con fechas de calendarios costumbristas, de
incuestionable origen hispánico (veta Corpus, veta Santo Tomás, veta
Esperanza, etc).
Los manuscritos de l a época (1834 a 1841), hacen hincapié en serios
inconvenientes en la manutención de la mina, provocados por la
creciente infiltración de agua muy atemperada en las labores mineras
en explotación, sumándose las emanaciones de gases tóxicos,
fenómenos naturales que persistieron a lo largo de la vida útil de
la legendaria mina de Pulacayo. El año 1841, el panorama se tornó
sombrío, los mencionados planes de las minas, comenzaron a
inundarse, resultando poco menos que inútiles, los esfuerzos para
desaguarlos y ventilarlos a la vez, aspectos constatados por la
inspección técnica, efectuada por instrucciones de la diputación
territorial de minas de la antigua provincia Porco (ahora Quijarro).
A esta altura, se deduce:
1. Las labores de explotación se circunscribían, a todas las vetas
localizadas en el o los cerros de Pulacayo.
2. Estas mismas vetas fueron explotadas hacia el piso de ellas, o
sea fueron profundizando sin otra vía de acceso, que los socavones
preexistentes, previamente rehabilitados.
3. Jamás se mencionó ni por asomo, la existencia de ninguna
población denominada Pulacayo, dando la sensación que los obreros
habitaban, en su mayoría en el ingenio Huanchaca, y unos cuantos en
el campamento erigido por Maturana y abandonado probablemente entre
los años 1780 a 1782, como consecuencia del levantamiento indigenal
en la época de Tupac Amaru, quienes propugnaron la devolución de las
minas y la expulsión de los españoles de las áreas indigenales.
4. La producción de minerales corría el riesgo de paralizarse y
quizás el abandono de la región y la consiguiente desaparición de la
Sociedad.
Mariano Ramírez, elevó una solicitud de autorización para la
apertura de un socavón de desagüe, en cumplimiento a las
regulaciones del Código de Minería Santa Cruz. Al respecto, juzgamos
necesario acotar que pervivía el espíritu de la legislación minera
del coloniaje, siempre atento a precautelar los intereses de la
corona, penando cualquier labor minera, que pusiese en riesgo dichos
intereses, salvo dictamen parcial favorable, previa solicitud
expresa.
Son desconocidas las consideraciones de una probable y primera
solicitud, al parecer obstaculizada por ajenos propósitos, de ahí
que reiteraron al gobernador, se concediese la licencia para
continuación en la apertura del socavón San León, coincidiendo con
la fecha, en cuyo calendario se indicaba al papa San León, el año
1841 y 1842, bajo los siguientes términos.
"Mariano Ramírez, azoguero y a nombre de mis socios, José Ignacio
del Río y Tadea del Carmen, ante UD. me presento y digo: que hace
nueve meses que, en una de las minas que trabajamos en el mineral de
Pulacayo, llamado El Tajo, ha resultado agua en sus planes y, en
toda su extensión de 150 varas de este a oeste está en metal
constante: hemos tenido por conveniente el día 28 de Junio del
presente, con el nombre de San León, emprender un socavón en la
parte más cómoda, que sólo en campaña 23 varas en virgen en la larga
corrida de 817 varas al norte, que debe tener el tiro del socavón
hasta cortar la veta indicada, con la esperanza de cortar ante seis
vetas más que contiene el cerro de Pulacayo, no emitiendo el gran
costo que demanda esta obra a fin de proporcionar metales para el
sostén de las cinco máquinas de moliendas, que tiene el
establecimiento de Guanchaca, y como de esta obra, y otros de su
naturaleza resulta beneficio público y del estado, servirá en su
integridad para conceder la licencia correspondiente, protestando
hacer esta obra con arreglo a ordenanza. Y por lo que, pido y
suplico así lo provea, y mande. Juro por parte, y la de mis
compañeros no proceder de malicia..."
En merito a lo anterior, Máximo Zilveti ordena conceder la licencia
respectiva "para continuar con el socavón que tienen emprendido en
el Cerro de Pulacayo del cantón de Tolapampa, con dirección al
desagüe de la Mina del Tajo", previniéndose a los empresarios que
"en el caso de hacer algunos cortes de vetas en la corrida cumplan y
guarden lo prevenido por las ordenanzas de la materia", registrado
por Mariano Nicolás Valda, Escribano público, consignado en Puna el
31 de diciembre de 1842, a fojas 13 y 14 del libro respectivo. La
información señala que la licencia fue recogida el día 28 de enero
del año 1843, por el propio Mariano Ramírez presumiéndose que
canceló por derechos fiscales la suma de 13 pesos de a ocho reales.
De lo anterior se deduce, con suficiente evidencia:
1. La apertura fue iniciada el día martes 28 de Junio de 1842, para
hacer frente a la dramática situación de la Sociedad Mineralógica
Guanchaca. Se bautizó la bocamina como San León, un papa vinculado
con el cisma eclesial.
2. La ambigua referencia de localizar el socavón en "el lugar más
cómodo" delata que el lugar carecía de una denominación específica y
hasta quizás se encontraba despoblado. En honor, la elección fue,
técnicamente, inmejorable para el propósito, al decidir ubicar dicha
bocamina, al pie del Cerro Paisano. De otra manera no justifica su
expansión poblacional hasta estos días.
3. La longitud prevista de 817 varas (747 metros) aún cuando no
fuese correcta, obliga aceptar que el socavón debía ubicarse a esta
distancia horizontal, pero al sur de la veta "Tajo', así como
suficientemente por debajo de sus planes inundados, manteniendo la
esperanza de cortar otras vetas, un propósito muy buscado por los
socios de la compañía.
4. Un análisis imparcial de las condiciones topográficas
circundantes a Pulacayo ("el lugar más cómodo"), denota ser poco
apto para la construcción de viviendas en la época, además de ser
abrupto y limitado por una ancha y relativamente profunda quebrada,
actualmente rellenada por los minerales del desmonte, levantándose
sobre ella la plaza "José Zegada". Precisamente por esas
condiciones, no tenía denominativo propio, estaba completamente
despoblada, al extremo de ser inadecuada para agricultura, por la
excesiva contaminación y el daño ecológico experimentado.
Finalmente señalamos que una vez obtenida la licencia de
explotación, tuvieron que pasar diez años (de acuerdo con Modesto
Omisete), a partir de ese 28 de junio de 1842, que implicaba la
ejecución previa del devaste faldeo de un cerro y habilitar la
canchamina delante del socavón.
La apertura del socavón se constituyó en la única obra de magnitud
emprendida por la sociedad minera, que procedió a imponer una lápida
recordatoria, a guisa de piedra fundamental labrada en piedra
arenisca, colocado en el dintel de la bocamina segunda.
■
UYUNI Y UYUNI VIEJO
Situada a 22 km de la actual población de Pulacayo, en dirección
sur. El plano elaborado por la Compañía Huanchaca de Uyuni señala
con precisión el primer poblado con el nombre de Uyuni Viejo.
Durante la época colonial debió ser un humilde tambo, utilizado en
el transporte de plata y otros minerales desde Porco, entre otros. A
fines del siglo XIX, al prolongarse la línea férrea y alcanzar el
kilómetro 610, comenzarán a edificarse algunas viviendas alrededor
de la estación, circunstancia aprovechada por los pobladores para
solicitar al presidente Aniceto Arce la fundación de una ciudad con
el nombre de ciudad Arce, denegado por el mandatario. Se eligió el
nombre de Uyuni, rebautizando al antiguo tambo con el adjetivo
Viejo, eliminándose la ambigüedad, pero manteniendo la memoria
histórica acumulada.
■
ATOCHA Y LA VIEJA ATOCHA
En la quebrada de Quechisla se erigió un establecimiento metalúrgico
durante el coloniaje español, el mismo que estaba puesto bajo el
amparo de "San Baltasar" o de "Nuestra Señora de Atocha", vinculado
con algunas actividades de Mariano Ramírez durante el semestre
segundo del año 1833.
Al llegar la ferrovía prolongada desde la Argentina, la COMAPGNIE
ARAMAYO DES MINES, probablemente cuidando sus interese demando
erigir una estación para el transporte de sus productos minerales
provenientes de las minas próximas.
Por razones que desconocemos, la estación y el pueblo que se formó a
su alrededor fue bautizado con el nombre de Atocha. Para salvar el
nuevo homónimo se denominó al colonial establecimiento como "Atocha
la Vieja".
■
MAUK'A PULACAYO (ANTIGUO PULACAYO) Y PULACAYO ACTUAL
Conforme se ha descrito anteriormente las operaciones mineras de la
Sociedad Mineralógica Guanchaca, se centraron en la explotación de
las minas circunscritas al cerro Pulacayo, desde donde se
transportaban los minerales hasta Huanchaca, siguiendo la ruta más
cercana entre la mina y el establecimiento industrial, dejando a sus
espaldas todo el sector sur.
Al ocurrir la inundación de los planes de la promisoria "Veta Tajo",
en sus ciento cincuenta varas de longitud con "metal constante", se
impuso la necesidad de desaguarla y de hecho ventilarla, siendo ésta
la única y fundamental razón para la apertura de un nuevo socavón
desde el "lugar mas cómodo".
El esperado éxito alcanzado con el socavón, lentamente fue
centralizando las diversas actividades mineras en desmedro de las
que fueron practicando en el propio cerro de Pulacayo. Como
consecuencia, se fue conformando una nueva población, cuyo
crecimiento corrió parejo con la magnitud de la explotación. Se
denominó al nuevo campamento como PULACAYO.
La definición del toponímico Pulacayo para el nuevo campamento una
vez más presentó la disyuntiva de diferenciar el posible campamento
erigido por Maturana, señalándolo como Mauk'a Pulacayo y el reciente
formado alrededor de la bocamina del Socavón San León, como
Pulacayo. Apertura de los trabajos mineros: Martes 28 de Junio del
año 1842.
Queda por esclarecer, en la historia de Pulacayo, la fecha más
próxima de constitución del campamento, aunque se maneja ya la fecha
del 17 de diciembre de 1833, basado en la de que la fundación de la
Sociedad mineralógica Guanchaca tuvo lugar, a poco más de cuatro
meses que su principal gestor Mariano Ramírez, descubriese y
rehabilitase el cegado "barreno" de estaño (Pata Ock'o), contando
como grupo habitacional el derruido campamento erigido por Maturana,
probablemente abandonado entre los años 1780-1782. Entre 1834 y
1842, abundantes filtraciones de agua, y emanaciones de gases
letales, imposibilitaron el laboreo minero, esencialmente en la rica
Veta Tajo. La apertura del largo Socavón San León, solucionó el
serio problema.
El éxito que se logró alcanzar con el citado socavón, reactivó la
explotación minera, impulsando la formación de un nuevo campamento a
su alrededor, simultáneamente con el progreso de la excavación,
bautizada con el nombre de Pulacayo, una especie de extrapolación
del nombre de los cerros, a cuyos pies se originó.
Con el correr de los años, se fue acrecentando la importancia del
socavón, tanto que las operaciones mineras fueron centralizadas en
él. Paralelamente el campamento de Pulacayo se expandió notablemente
hasta 1890, en el que el socavón atravesó el cerro de Pulacayo,
dando origen al famoso túnel SAN LÉON, de más de 3600 metros de
longitud, capaz de permitir el transito de pequeñas locomotoras a
vapor.
La singular circunstancia fue caracterizada con una lápida
recordatoria, motivo de franco orgullo para la Sociedad y sus
socios, que adquirió la connotación de piedra fundamental para el
campamento originado a su alrededor, "insignificante al principio".
En conclusión, podemos afirmar que al fundarse la SOCIEDAD
MINERALÓGICA GUANCHACA, las consiguientes operaciones mineras se
circunscribieron a las minas ubicadas en el cerro Pulacayo,
vinculándose con el ingenio de "San José de Guanchaca", sin ninguna
relación con el "lugar más cómodo", ubicado a espaldas de la ruta
utilizada, más corta y directa.
■
DESARROLLO DE LOS CAMPAMENTOS MINEROS
El auge minero provocó un movimiento migratorio de grandes
proporciones. Hacia 1925 existían 112 compañías mineras, con más de
2000 empleados y cerca de 30'000 obreros. La producción minera
dinamizó la producción agrícola, haciendo que muchas regiones se
convirtieran en satélite de los centros mineros. Los latifundios de
Cochabamba (granos, frutas, harina, legumbres y hortalizas), La Paz
(tocuyo y otros tejidos, cerveza y cigarrillos, este último
proveniente también de Chuquisaca), Potosí (leña), Uyuni (sal),
Oruro (quinua, velas de cebo y parafina), y Tarija (carnes y
charque), no tuvieron mercado más grande y constante que las minas,
centro de consumo, circulación monetaria y comercial por excelencia.
En las primeras décadas del siglo XX, los caseríos de las minas se
convirtieron en pueblos importantes, aunque carentes de de los
servicios mas elementales. Los centros mineros, organizados por las
compañías dividieron los campamentos en sectores muy marcados:
viviendas insalubres y precarias para obreros; zonas residenciales
para empleados; zonas exclusivas para empleados extranjeros; y
oficinas. Las zonas exclusivas estaban rodeadas de alambrada y no se
permitía el tránsito de obreros o gente ajena a la empresa.
Paulatinamente las poblaciones civiles fueron accediendo a los
servicios eléctricos y de agua potable. Pronto creció un importante
mercado local de bienes y servicios, inexistentes en los centros
mineros, donde las empresas regulaban el comercio por medio de las
pulperías. Las casas de fiesta y las chicherías crecieron
rápidamente en los pueblos jóvenes. Su fama de centros de expendio
de bebidas alcohólicas era proverbial.
Las condiciones de vida en la mina de Pulacayo, hacia 1906, eran
lamentables para los trabajadores y sus familias. Los salarios
apenas cubrían las más elementales necesidades de subsistencia. Un
maquipura y el baretero ganaban un peso diario por una jornada de 18
horas; el apiri (arriero) recibía entre veinte y cuarenta centavos y
las palliris (mujeres recogedoras que seleccionan el mineral) no más
de veinte (en 1906 un peso boliviano valía tanto como seis dólares
actuales)
La situación no experimentó mejoras significativas hasta la mitad
del siglo. El informe Bohan de 1942 caracterizaba la política de los
grandes mineros indicando que la "industria minera boliviana está
basada en salarios bajos antes que maquinarias y mecanización".
En 1950, cuando ya la situación se tomaba insostenible, regían bajos
salarios en las propiedades de los mineros. El 14% de los obreros
percibía salarios de 80 a 100 bolivianos, el 23% entre 120 y 140
bolivianos. De más, se informó que existían salarios hasta de 20
bolivianos (en 1950 cien pesos bolivianos valían tanto como medio
dólar actual).
En 1943, la misión Magruder, quedó impactada por la carencia de
servicios higiénicos para los trabajadores. Prácticamente se carecía
de seguridad industrial. La existencia de guardatojos en todos los
lugares visitados, era del 20% del total de laboreros de interior
mina. A esto se sumaban las condiciones deficientes de ventilación,
la inexistencia total de ropa adecuada de trabajo. Estableció la
existencia de altos niveles de contaminación, y una galopante
enfermedad profesional (silicosis y tuberculosis) provocada por la
respiración de polvos provenientes del ingenio. De 4170 obreros
observados, sólo 83 estaban indemnes al mal incurable. El llamado
"mal de mina" agotaba al minero en tres o cuatro años.
El informe Bloomfield de 1947estableció que "no obstante mejoras
introducidas en los campamentos, muchas de las viviendas para
trabajadores en ciertos casos, aún en las grandes minas, consisten
en miserables, oscuras e insalubres chozas de un solo cuarto,
inapropiable par el uso humano".
En lo que se refiere a Pulacayo, el citado informe señala que
respectivamente de tres a cuatro casas en Pulacayo consisten en una
sola habitación. El informe concluía que los mineros vivían en
pocilgas. Ricardo Anay subrayó, en "pocilgas para mineros, porque
los cobertizos para cerdos de Pairumani son mejores que las
viviendas de millares de jornaleros de estas minas".
Pasada la nacionalización de las minas, una nueva misión visitó las
minas del país. Ciertamente había interés en los Estados Unidos para
mejorar las condiciones de trabajo y vivienda, por cuanto estaban
concierte de que eran los focos que provocaban tensión social,
traducido en medidas de acción de los mineros organizados en la
poderosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. La
Misión Ford, Bacon and Davis, en diciembre de 1956, estableció que
pasaron a poder del estado las siguientes propiedades: 24 minas en
trabajo, una preparada pero sin labores (Matilde), otra arrendada a
una compañía extranjera (Corocoro), 20 minas en operaciones,
alquiladas a terceros, numerosas construcciones – ingenios, fundos
rústicos, campamentos mineros y un ferrocarril (Machacamarca-Uncía).
El 20 de junio de 1963 Pulacayo empieza a fabricar carros metaleros,
repuestos maquinaria para minas e ingenios, siendo sus principales
líneas de producción carros metaleros (de distintas capacidades),
bombas centrífugas, polines para correas transportadoras, bolas para
molinos, cilindros, pernos, muelas para chancadoras, destinadas a
proveer partes a las maquinarias de las empresas mineras de todo el
país. La planta contaba con 246 trabajadores de mano de obra
calificada, entre 1977 y 1978. La planta tenía cuatro secciones:
Fundición, Maestranza, Fábrica de clavos y fábrica de pernos.
Actualmente las dos últimas se encuentran paralizadas por la falta
de mercado para su producto y la competencia industrial. La Nueva
Política Económica ha incidido en la Planta, trabajando al 50% de su
capacidad instalada.
En la actualidad sólo quedan en Pulacayo 150 trabajadores en la
Planta Industrial "Pulacayo", la población restante está conformada
por estudiantes de todas las edades, ciudadanos de la tercera edad,
rentistas, jubilados, comerciantes e indigentes. De acuerdo a los
datos del Instituto Nacional de Estadística, la población de este
campamento minero es de 1614 habitantes. El abandono paulatino,
iniciado por los acontecimientos de 1959, se ha incrementado en los
últimos años, dándole a Pulacayo una imagen sombría de pueblo
fantasma.
Del legendario Pulacayo sólo quedan casas abandonadas, mudos
testigos del pasado floreciente. Barrios íntegros de este centro
minero, como el populoso"25 de Mayo" en la Zona "A", con casas
construidas en tapial, adobe y techo de paja; el barrio
"Miraflores", con construcciones de calamina; de igual manera el
sector de "Españoles", que muestran viviendas colectivas en
desordenada urbanización, con techos y paredes deteriorados, sin
puertas ni ventanas, así como el sector de "Texas", "Alcones'", "5
de febrero", "Unión Católica" (antes "La Española'), "K'arku Pila",
"31 de Octubre", y otros que atesoran la larga historia de auge y
ocaso, legados para asombro de propios y extraños.
Los años negros del despoblamiento fueron provocados por el
anegamiento intencional de la mina en 1959. A pesar de ello, logró
estabilizarse precariamente, hasta 1985 (crisis en la cotización del
estaño), en que recibió un golpe mortal, como muchos otros
distritos, con la implantación de la Nueva Política Económica y la
relocalización de más de 23'000 obreros de las minas nacionalizadas. |