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BOLIVIA - EL CAMINO CENTRAL DE SUR-AMÉRICA
MARIA R. WRIGHT, 1907
MIL
MILLAS EN MULA
INCIDENTES DE UN VIAJE EN BOLIVIA
PARTE 1 |
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LAGO DE SAN PEDRO, DEPARTAMENTO DE LA PAZ |
El itinerario del viaje fue convenido
en el salón de recibo de la oficina del Director General de
Telégrafos de La Paz. Por cortesía del señor Torrico y por la
atención del Senador Jorge Galindo, de Cochabamba, se obtuvo una
conferencia telegráfica con el Prefecto de Cochabamba, señor Dr.
Isaac Aranibar y al fin de una conversación muy agradable, durante
la cual el Prefecto expresó gran placer en anticipar la bienvenida
de Cochabamba á la distinguida norteamericana y á su secretaria, se
arregló todo, como caballos, mulas, guías y sirvientes, para lo que
resultó ser uno de los más interesantes, deliciosos y memorables
viajes, en la partida de muchos millares de millas viajados por
tierra y mar. Sorprenderá á muchas personas que en la remota ciudad
de La Paz fueran aprovechables tantas facilidades para una
conferencia á larga distancia y las viajeras mismas se sintieron
estupefactas al saber que era posible desde estas cómodas oficinas
sostener sin interrupción una comunicación con los prefectos de
Cochabamba, Sucre y Potosí, por medio de los servicios de un
operario del telégrafo que llevaba la conversación entre ciudades
apartadas por distancias de algunos días é inaccesibles en aquella
estación, diciembre, excepto por largos viajes sobre mulas. Se
decidió que la diligencia ordinaria bisemanal conduciría á las
viajeras á Oruro, donde tomarían caballos y mulas para el resto del
viaje; usando los caballos en los caminos menos difíciles. |
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PASEO EN AUTOMÓVIL EN LAS AFUERAS DE LA PAZ |
Por la
cortés atención del Dr. Aranibar los caballos fueron comprometidos
en Cochabamba y enviados á Oruro para aguardar á las viajeras,
porque la estación del año no era propicia para conseguir al primer
aviso animales en Oruro, y especialmente para un viaje tan largo
como el proyectado. Con la demora menor posible fueron elegidos los
mejores animales, para viajar por los pendientes senderos de los
Andes y á través de los lechos rocosos de las cañadas, y la
expedición fué puesta á cargo de un arriero que había conducido
familias de un extremo al otro de Bolivia durante un espacio de
veinte años: un concienzudo, sagaz, apto y enteramente excelente
guía nombrado Indalecio Palacios, que merece el más alto elogio por
sus fieles servicios en esta ocasión.
No escuchando las predicciones de desastre que hacían todos los que
oían de este proyectado viaje, por ser emprendido en la peor
estación del año, cuando las lluvias eran más fuertes y más
destructoras las inundaciones – un viaje calificado generalmente de
¡imposible! ¡un suicidio! y de otras horrendas maneras – las
norteamericanas hicieron sus preparativos con la misma impaciencia
que si hubieran recibido presagios llenos de esperanza y á las seis
de la mañana del día convenido para principiar el viaje estaban ya
sentadas en el pescante de la diligencia, diciendo adiós á los
numerosos amigos reunidos para despedirlas á aquella temprana hora,
entre los cuales se encontraba el señor Sorsby, Ministro americano,
quien parecía un poco dudoso del buen éxito de esta expedición de
sus compatriotas.
La vieja diligencia era semejante á la mayoría de las de su clase en
Europa y América, con asientos corridos á los lados y un pescante
alto para el cochero, al cual podían ser admitidos dos pasajeros en
caso de aglomeración. En tiempo bueno el pescante es preferible á un
asiento interior del coche; y aunque era desapacible, una mañana
fría, cuando la diligencia con sus ocho caballos salió de la
estación carretera de Challapampa con las «americanas» envueltas en
sus pieles y saludando con las manos desde sus sitios elevados, la
situación era más agradable que la de estar adentro con personas
pestañeando de sueño ó refunfuñando acerca de sus lugares. |
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SEPULCROS ANTIGUOS, LLAMADOS
"CHULLPAS", ENTRE LA PAZ Y ORURO |
«Ir en coche» es una frase que habitualmente sugiere la idea de
caballos de pura sangre, llantas de goma y todos los accesorios de
un paseo de buen tono; pero un viaje en coche puede ser una delicia,
como lo demostró éste, en un viejo vehículo como una matraca,
arrastrado por ocho mulas incuestionablemente ordinarias,
evidentemente elegidas para la resistencia más bien que para la
apariencia. La vieja diligencia subió con bastante lentitud hasta
llegar á El Alto, pero una vez en la ancha meseta las bien
amaestradas mulas arrancaron sobre el camino plano con sorprendente
y regocijada marcha. El aire penetrante, á catorce mil pies sobre el
nivel del mar, era delicioso; y cuando después de dos horas de
marcha el coche se detuvo en frente de una pequeña posada, todo el
mundo estaba listo para una taza de café y un panecillo, que fueron
tomados sin apearse. Después de caminar tres horas más se llegó á la
estación de Ayoayo, á la una del día, y mientras el cochero cambiaba
mulas, por la segunda vez aquella mañana, los pasajeros tomaron el
almuerzo, como es llamada en los países suramericanos la comida del
mediodía, llamando desayuno al café y bollos de la mañana. Ayoayo es
mostrado á los viajeros no solamente como el sitio donde nació el
célebre Tupac-Catari, que tuvo á La Paz en estado de sitio por más
de tres meses durante una insurrección contra el régimen español, en
el siglo XVIII, sino también como el teatro de un asesinato de
soldados de Sucre, consumado por los indios hace algunos años, bajo
circunstancias especialmente tristes, porque los jóvenes pertenecían
á las mejores familias de la sociedad. Es un pueblo característico
de la meseta, construido de adobes, sin árboles y de apariencia
triste. Algunas leguas más adelante, el coche se detuvo por algunos
minutos solamente en las fuentes termales de Viscachani, concluyendo
el viaje del día, cerca de las nueve de la noche, en Sicasica. Todo
el día los picos nevados de los Andes habían estado á la vista y,
manchando el paisaje, en grupos, á cortos intervalos, se veían
montones ó torres de adobe de cinco á diez pies de alto, con una
bóveda gótica en el centro que daba singular apariencia á la
construcción. Se les llama Chullpas, una palabra Aymará usada para
designar no solamente los edificios sino también sus arquitectos,
aunque no fué aplicada á los últimos hasta fines del siglo XVII.
Estas chullpas son consideradas generalmente como ruinas de antiguos
sepulcros Aymarás, aunque algunas autoridades creen que fueron
construidas para habitaciones y es cierto que eran usadas como tales
en el tiempo de la visita del Virrey Toledo al Alto Perú, cuando dió
orden de que se prohibiera á los indios ocuparlas, obligándolos á
formar comunidades alrededor de una iglesia cristiana. Que las
chullpas fueron usadas extensamente como sepulcros en algún tiempo,
está probado por el gran número de esqueletos encontrados en ellas.
Cerca de las ruinas colosales de Tiahuanaco y de los restos de los
palacios del Inca en el lago Titicaca, estas chullpas son las más
interesantes reliquias precolombianas de la meseta.
Un largo viaje de un día desde las seis de la mañana hasta las nueve
de la noche, es suficientemente fatigante para hacer apetecible
cualquier clase de posada y ninguno parecía prestar mucha atención á
los alrededores de Sicasica. A las cuatro de la siguiente mañana la
diligencia estaba otra vez en camino. El aire era frío y puro y
desde el pescante se obtenía una preciosa vista de todo el campo. La
luna desaparecía con todo su esplendor de plata detrás de un montón
de negras nubes, iluminando todavía con su fantástica luz las torres
de una iglesia lejana y vertiendo un blanco resplandor en toda la
extensión de la llanura. Media hora después apareció el sol, rosado
al principio como un niño que sale de su baño y dorado después con
todo el brillo del nuevo día. Más adelante, en una parte del camino,
el carruaje rodó sobre una alfombra de nieve, resultado de una
tormenta de la noche precedente. El camino pasa por el campo de
batalla de Aroma, famoso como sitio de la victoria de los
cochabambinos sobre los españoles en la guerra de Independencia;
después, por los pueblos de Panduro y Vilavila, con sus plazas y
calles estrechas y sus pequeñas tiendas de las que cuelgan muñecas
vistosamente vestidas para indicar que adentro se vende chicha; y
por Caracolla, la estación del almuerzo, desde donde se dirige por
el Sur á Oruro, donde el coche se detuvo á las cuatro de la tarde de
uno de los días de más viento en la ciudad de Bolivia en que más se
deja sentir. |
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PUENTE SUCRE SOBRE EL RÍO PILCOMAYO,
ENTRE LOS DEPARTAMENTOS DE CHUQUISACA Y POTOSÍ |
Oruro está rodeado de montañas, los costados de las cuales han sido
horadados en todas direcciones por los preciosos metales que
contienen en abundancia. Presentaba una apariencia atractiva,
especialmente para las dos norteamericanas, á la mañana siguiente de
su llegada, cuando después de recibir las visitas del Prefecto, Dr.
Andrés Muñoz, y del Rector de la Universidad, Dr. Rodolfo Galvarro,
quien les dió una cordial bienvenida á su ciudad con la habitual
hospitalidad de esta gente bondadosa, salieron á visitar los puntos
de interés, con el genial director de La Tarde como cicerone. El
mercado es siempre interesante á los extranjeros y medio día no fué
bastante para pasarlo en sus puestos, en los que se venden al precio
que parece más probable quiera pagar el comprador, mantas tejidas,
de todos los colores del iris, equipos chola, toda clase de encajes
hechos en el país, alfarería de dibujos y obra de mano primitivos y
pequeñas imágenes para ser llevadas como amuletos. Como era
necesario conseguir provisiones para el viaje en mula que debía
principiar al día siguiente, una sirvienta chola, de la casa de unos
amigos, fué enviada á comprar gallinas y otras cosas indispensables.
En este país los métodos son distintos á los empleados donde la
competencia hace á cada vendedor ávido de conseguir compradores.
Aquí el comprador es quien ofrece y ruega que se le deben dar tales
y cuales artículos. El proceso de conseguir un par de gallinas fué
tan complicado como si hubiera sido asunto de una delicada
transacción legal. El precio no era tan alto para responder á
semejantes métodos exclusivos.
Habiendo llegado el arriero Palacios
con los caballos y mulas de Cochabamba, se dispuso todo para
comenzar el viaje á las ocho de la mañana del 14 de diciembre de
1905. El alegre optimismo con que las dos viajeras consideraban los
posibles incidentes que les estaban reservados, fué explicado en la
declaración: «¡Todo el mundo es tan bueno para nosotras en todas
partes!» Tenían confiado y feliz semblante cuando salieron del patio
del hotel por la puerta baja de piedra y volvieron las cabezas de
sus caballos hacia la llanura ilimitada, cruzando la cual iban á
encontrar la Cordillera Real de los Andes, y á atravesar cañadas
tortuosas y sitios escarpados antes de llegar á los bellos valles y
visitar las ciudades florecientes del centro de Bolivia. Para tales
viajes no es posible llevar los grandes baúles que se usan en
Norte-América y Europa, donde las facilidades del ferrocarril pueden
hacer muy manuables los equipajes más pesados. Para el viaje en
mulas se usan cofres ligeros llamados petacas, hechas de pieles con
pelo, generalmente más pequeños que los baúles de camarote. Dos de
estos pueden ser atados sobre cada mula y si el peso es bien
balanceado el animal puede llevar cargas muy pesadas. Las
provisiones son llevadas también en estas petacas. Las alforjas son
un importante aditamento del equipo del viajero, porque en ellas
conduce alimentos, frutas, etc. que pueden ser comidos sin
desmontarse, en caso de necesidad.
El viaje del primer día pareció más largo que las leguas recorridas,
porque el sol batía con intenso calor sobre la alta meseta y
ofuscaba el esplendor de su blanca luz. Todo el día estuvieron en
perspectiva las montañas nevadas, que refrescaban la vista. El
camino era casi plano y había algunas marcas de sus límites para dar
señales de progreso. El antiguo pueblo de Paria, reluciendo
bruscamente en el camino, después de una repentina vuelta al declive
de una loma, despertó interés principal como el primer pueblo
construido en Bolivia por los conquistadores. Fué causante de una
demora de una hora, aunque posee poco de mérito arquitectónico,
excepto una vieja iglesia que es, y probablemente lo ha sido
siempre, su mejor adorno. |
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RÍO ROCHA, CERCA DE COCHABAMBA, CON
TUNARI EN LONTANANZA |
Pequeñas chozas, habitaciones de los pastores indios, están
desparramadas en la planicie, en apariencia sin tamaño bastante para
admitir más de una persona, aunque las ocupan familias enteras ó más
bien duermen en ellas para protegerse del frío penetrante de esta
región, después de la caída del sol. Durante el día están
desocupadas, excepto en raras ocasiones. Inspeccionado el interior
de una de estas pequeñas habitaciones, lo único que contenía era una
marmita, una caja de fósforos, un pedazo de vela de sebo, un puñado
de maíz tostado y las piedras con que había sido triturado. Parece
que hay aquí poco temor al robo, porque ninguna de las chozas tiene
puerta. En toda esta parte de la meseta, donde desciende hacia la
Cordillera Real hay corrales cerrados por muros bajos de adobe ó de
piedra. Antes de terminar el viaje del segundo día, desde Tolopalca
á Ventilla, la meseta fué dejada atrás y aparecieron las verdes
faldas de los valles. Palacios se sintió obligado á enseñar los
objetos de interés y su información fué de las más variadas y
fantásticas. Las rocas y picos dentados tomaban nuevo aspecto bajo
el encanto de sus muchas leyendas; caras extrañas aparecían desde
sus profundidades misteriosas; formas curiosas se levantaban en las
hendiduras de la cañada; sobre una de las cimas fué mostrada la
cabeza de Melgarejo con un gesto de satisfacción que podía ser ó no
relativo á la seguridad de la distancia en que aparecía la forma
escultural del célebre tirano. Una formidable tronada causó medio
día de demora en Ventilla, pero valió la pérdida del tiempo la
oportunidad que dio para observar una curiosa costumbre. Cuando cae
una fuerte granizada que oculta el terreno, la propietaria de la
posada saca un brasero lleno de incienso y lo pone en medio del
patio, «para quemar incienso á la Virgen y que detenga el granizo.»
Algunos minutos después de haber cesado el granizo, la devota mujer
salió triunfalmente á retirar el brasero y á explicar su objeto á
los asombrados espectadores. Su casita tenía algunas muestras de la
comodidad mundana, pero en una esquina del dormitorio de la familia
había un altar á la Virgen en el que se ponían diariamente flores
frescas. Era un alma alegre, feliz y pensaba que Ventilla era el
sitio de residencia más apetecible del mundo.
Las cinco de la mañana era la hora acostumbrada para principiar la
jornada. De Ventilla á Chuimani el camino era áspero y montañoso y
una tormenta que amenazaba hizo dudar si el número de millas de
costumbre sería hecho sin peligros de ser arrastrados por la
corriente de un desbordamiento repentino. Pero la suerte fué
favorable y después de una hora de descanso y de almorzar en
Chuimani, la pequeña partida siguió á Arque á donde llegó temprano
en el medio día. Una diputación de las principales autoridades de la
comarca salió al encuentro de las viajeras, cuya venida había sido
avisada por el telégrafo y fueron escoltadas á la Casa Municipal en
la que se las recibió con discursos formales de bien venida. Como
era el natalicio del Corregidor, la ciudad estaba de fiesta y
presentaba alegre apariencia. Pero aunque la invitación de
permanecer allí fué cordial, era necesario aprovechar para el viaje
todo día bueno, en una estación en que las tormentas significan
demoras probables de una semana o más, y á las cuatro de la mañana
siguiente la partida salió de Arque siguiendo el lecho del río casi
todo el camino hasta Capinota. El panorama de la Quebrada de Arque,
corno es llamada esta parte de la ruta, es grande é imponente sobre
toda descripción. Nada más estupendo en precipicios rocosos y en
altos pináculos puede ser visto en el Gran Cañón del Colorado, en
los Alpes suizos, ni aun en el Himalaya. Impone, inspira miedo, es
una de las más nobles maravillas arquitectónicas de la naturaleza.
El camino de Arque á Capinota sigue el lecho del río y fué necesario
atravesar la corriente más de cincuenta veces durante las cinco
horas de marcha, á menudo bajo las más inseguras circunstancias,
porque un torrente se había desprendido de la quebrada la noche
anterior y el vado era todavía difícil y peligroso, pues el más
ligero tropiezo de los animales sobre una piedra perdida podía
hacerles perder el terreno contra la fuerte corriente. Pero el
arriero no faltó nunca á la atención inmediata de su carga y su
«¡cuidado niñas!», servía para preservarlas de toda desatención en
los críticos momentos. La marcha por Capinota era como atravesar uno
de los sombríos caminos de herradura de una ciudad europea. Por casi
dos millas el camino se extiende entre una doble fila de árboles
copudos, por fértiles tierras de labranza, y cuando la cabalgata
entró en Capinota, para sorpresa de los tranquilos ciudadanos que
salían á las puertas para ver á las extranjeras, nada habría sido
más agradable á las viajeras fatigadas que las limpias calles y
blancas casas de aquella pequeña y atractiva capital de provincia.
El Sub-prefecto, señor Maldonado, y su encantadora familia, les
dieron la bienvenida característica de gente bien nacida, en todos
los países, y su generosa hospitalidad fue uno de los más agradables
incidentes del viaje. |
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TEJENDO EL PONCHO EN UN TELAR PRIMITIVO |
Habría sido placentero pasar
mayor tiempo en Capinota, pero solo algunas horas fué lo que se pudo
estar ahí y el mediodía vió á las jinetas, como éramos llamadas,
otra vez en el camino. El mediodía fué de un verdadero día de
solsticio, cayendo el sol, abrasador, durante horas, con
extraordinaria fiereza sobre los altos y desabrigados bordes de los
costados de la montaña, á lo largo del sendero que las viajeras
debían hacer. El panorama era magnífico y cuando las revueltas del
camino traían un respiro de aire frío ó un trecho de sombra, parecía
que las leguas se hacían más cortas aunque fué tarde á mediodía
cuando se llegó al pequeño pueblo de Caraza y terminó el viaje del
día. Había sido menor que la marcha diaria acostumbrada, solamente
treinta millas, pero desde Arque el camino había sido primero por el
lecho rocoso del río y después, hasta más adelante de Capinota, á lo
largo de las asoleadas pendientes que fatigan mucho en las horas más
calurosas de verano, con el resultado natural de que á la mañana
siguiente las viajeras se encontraran muy cansadas, teniendo que
hacer algún esfuerzo para continuar el viaje. Pero salieron á la
hora de costumbre, marchando lentamente durante cuatro horas hasta
que la vista, á distancia, del campamento de los ingenieros
norteamericanos, cerca de Quillacollo, revivió sus espíritus
decaídos y aumentó su alegría con la expectación de encontrar
conciudadanos á quienes podían hablar en su propia lengua y de
quienes podían oír noticias, quizás, de su querida tierra natal. Los
ingenieros que estaban ocupados en el deslinde de terrenos para el
nuevo ferrocarril entre Oruro y Cochabamba, ya habían recibido
informes de su aproximación y parecían igualmente gustosos de ver
amigos de su país. Mostrándoles toda clase de atenciones les
brindaron comodidades que hicieron desaparecer los efectos de la
fatiga, permitiéndoles continuar á Cochabamba, á donde llegaron al
día siguiente.
Desde Oruro á Cochabamba, una
distancia de cerca de ciento cuarenta millas, los viajeros son
conducidos en diligencia la mayor parte del año, y siempre hay
acomodo para pasajeros en las posadas de las varias estaciones de la
diligencia, pero en la larga marcha de Cochabamba á Sucre no existen
estas ventajas porque no hay en la actualidad empresas de coches en
este camino, que abarca una distancia de trescientas millas. Antes
de dejar á Cochabamba fué necesario comprar camas y provisiones para
el viaje. Se compraron camas de campaña de una clase que pueden ser
arrolladas en un bonito bulto y atadas á la mula sin que reclamen
mucho espacio. El resultado de una recorrida por las tiendas fué una
colección de utensilios de cocina, una lámpara de alcohol y un
surtido completo de latas de comestibles, casi todas de
establecimientos ingleses, franceses ó alemanes, porque los Estados
Unidos están muy atrás en este mercado. |
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INDIOS EN TRAJE DE FIESTA |
Después de una agradable semana
en esta ciudad, gozando de la hospitalidad del encantador pueblo de
Cochabamba, la pequeña caravana estuvo lista para el viaje á Sucre.
Las señoras partieron bajo los mejores auspicios, con una multitud
de nuevos amigos que les deseaban feliz viaje. Era una cabalgata
completa, compuesta de dos viajeras y su arriero y sirviente, tres
caballos de silla, dos mulas de silla, dos mulas de carga y un asno
para el muchachito que iba como ayudante de Palacios. La marcha del
primer día fué por el fértil valle de Cochabamba á Arani, un pueblo
á treinta millas de distancia que tiene servicio regular de coches á
la ciudad, sin interrupción durante el año. En todo este camino se
ven curiosos edificios de techo circular, usados algunos como
habitaciones y otros como graneros. Se asemejan á los montones de
tierra de las hormigas saúba del Brasil, en una escala mayor, o á
las chozas africanas, excepto que estas de Bolivia son de adobe, el
bien conocido ladrillo secado al sol que se usa generalmente en la
América latina. En Punata, cerca de Arani, un antiguo cementerio
presenta apariencia notable, á causa de que sus bóvedas están
construidas en esa forma. El clima de Cochabamba y sus contornos es
magnífico y un día de viaje en esta parte de Bolivia, es una pura
delicia. El segundo día de marcha de Arani á Ayapampa, fué una
prueba de lo que significa la ascensión montañosa y las treinta
millas entre las dos postas presentaron casi todas las variedades de
clima y tiempo. El almuerzo pareció tan bueno comido sobre un montón
de piedras, á la orilla del camino, como si hubiera sido tomado en
la casa de uno y en una mesa perfectamente servida, porque la altura
y el aire fortificante dan maravilloso apetito y la ascensión había
sido violenta desde las seis de la mañana hasta el mediodía. Una
fuerte tempestad de agua y granizo demostró la utilidad de los
vistosos ponchos que habían sido comprados en Oruro para el viaje,
porque los sobretodos impermeables no reunían la doble propiedad de
impermeabilidad y calor. Ayapampa es un montón de casas oscuras ó
más bien sombrías en las alturas de la montaña y el centro de una
comunidad pastoril. Tiene una iglesia bien construida, una buena
escuela y algunas de las casas dan señales de comodidad. El
Corregidor puso su casa «á la disposición de las señoras,» quienes
la arreglaron confortablemente para la noche y con la ayuda de
Palacios y el sirviente hicieron ensayos de cocineras, pasos
iniciales hacia la adquisición de una pericia en el arte culinario
que se desarrolló maravillosamente antes del término del viaje. El
esfuerzo de esa noche fué un fracaso espantoso y una gran
consignación de la embrionaria «torta de sartén» fué á alimentar los
pájaros de la montaña. Pero todo es empezar. |
última actualización
2022-05-20
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