El búho magallánico es un cazador nocturno y vive en
zonas montañosas y boscosas hasta el litoral del
Pacífico, desde Tierra del Fuego por Chile, Argentina y
el oeste de Bolivia hasta el centro de Perú. En los
Andes llega a alturas de 4’000 metros.
Se caracteriza principalmente por las plumas que tiene
en la cabeza, las que asemejan orejas o cuernos.
Mide unos 50 centímetros de longitud, tiene envergadura
de un metro y pesa entre 700 gramos y un kilogramo,
siendo la hembra mayor del macho. Aparte del tamaño, los
sexos son muy semejantes.
El búho magallánico vive solo o en pareja. Durante la
época de apareamiento puede reunirse en grupos.
Para nutrirse captura aves mientras que duermen y caza
roedores como conejos, vizcachas y ratones, además de
serpientes, lagartijas y sapos, de grandes insectos y
también sabe pescar. Los campesinos lo temen como ladrón
de gallinas y cuando le da la gana hasta se come el gato
de la finca. No obstante el búho magallánico es útil en
la agricultura para contribuir a estabilizar la
populación de roedores e insectos. Tiene comportamiento
muy territorial y ataca sin demora a enemigos e
intrusos. Necesita de campos abiertos para cazar y en
cambio de refugios en árboles, arbustos y acantilados
para descansar durante la luz del día. Cazando aprovecha
sus extraordinarios sentidos de oído y de la vista, que
también es excelente en la luz del día.
Sus grandes ojos están dirigidos hacia adelante y son
rodeados por un disco facial de plumas rígidas que dan
la impresión que tienen cejas. Son incorporados en una
cápsula ósea que le da una limitada capacidad de
movimiento. Así tiene que girar toda la cabeza para
mirar a los lados, aunque el movimiento se ve facilitado
por un cuello con 14 vértebras, lo que le permite girar
la cabeza hasta 270 grados. Por la posición de sus ojos
igual que nosotros los humanos, el búho puede ver los
objetos en tres dimensiones y puede calcular distancias.
Volando, sus alas se ven largas, anchas y redondeadas.
Se desplaza en un vuelo silencioso, pues evita hacer
ruido al volar, puesto que tiene adaptaciones especiales
en las principales plumas de sus alas, donde sus
filamentos son independientes y carecen de barbas
alternas, de modo que están flojamente unidos. Suele
cantar durante la noche. Emite un sonoro silbido
chirriante cuando disputa su territorio o su pareja. En
cambio, posado sobre un árbol emite su característico
ululato de voz profunda.
Para anidar ocupa viejos nidos abandonados de aguiluchos
y halcones en los paredones rocosos de quebradas y
cerros, colocando una plataforma plana sobre la taza del
nido viejo, o anida en el suelo no más, donde pone dos o
tres huevos blancos casi redondos de unos 5x4
centímetros. Ambos sexos empollan durante 35 días. Los
polluelos empiezan a volar a seis hasta ocho semanas de
eclosionar y llegan a su madurez sexual con dos años de
vida. Cerca del nido el búho magallánico puede tornarse
muy agresivo y hasta peligroso.
El búho tiene una expectativa de vida de 15 a 18 años.
En cautiverio puede llegar a vivir hasta 30 años.
El búho magallánico es considerado ser una subespecie
del más grande búho cornudo (Bubo virginianus)
que además tiene “orejas” más grandes y se distingue por
su canto. Hubo una larga polémica durante los últimos
años para clasificarlo de especie propia. Sin embargo
dice la última sentencia del SACC (South American
Classification Committee, American Ornithologists' Union),
actualizada el 26 de julio de 2012, parágrafo B326: “La
propuesta de elevar Bubo virginianus magellanicus
(Strigidae) al nivel de especie (Robbins) se rechazó.”
Su especie no está amenazada y es considerada de
preocupación menor (IUCN). Sin embargo por el convenio
de Washington (CITES, The Convention on International
Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora) las
especies del
búho son protegidas a nivel internacional (hacia
comercialización y mascotismo)
→CITES
Aquí en Tupiza el búho magallánico suele pasar su día
posado en las ramas de los enormes molles (Schinus
molle, el árbol del pimiento), que crecen en las
quebradas y si no es que uno lo busque, nunca lo vería,
debido a su plumaje que lo camufla. Cuando pero uno se
siente en el foco de esos enormes ojones y repara en el
grande ave sabio haciendo sus muecas allá arriba, casi
cuenta con que de esos ojos de repente se desprendan
relámpagos para electrocutar y exterminar al molesto
intruso.
Igual que en varias culturas por todo el planeta,
también en los Andes el búho tuvo su culto, como lo
atestiguan antiguas artes rupestres. Su disposición en
los complejos petroglifos que encontré, me da la
sensación de que podía tener el papel de “alter ego”,
del alma gemela que cada humano tiene en el reino de los
animales, según creencia divulgada en las antiguas
culturas Andinas. Hace pocos meses encontré ofrendas
recién colocadas en un antiguo santuario místico perdido
en la precordillera atacameña, incluyendo chicas
figuritas de búhos.
Vea una referencia en este sitio web:
→Arte rupestre |