La chola boliviana viste su historia – la otra historia
– esa historia morena que se escribe en los mercados y
las callecitas empinadas del Tíbet sudamericano. “Las
cholitas van a seguir usando sus polleras y sombreros
porque visten nuestra cultura en sus ropas. Aunque venga
la moda europea o estadounidense, las cholas nunca van a
dejar de vestir su elegancia, y para que desaparezca
esta moda no tendrían que existir más mujeres de
pollera. Pero difícil es eso, es nuestra cultura,
nuestra identidad”, explica Luis Rodríguez, un sastre
paceño que desde hace más de cincuenta años dedica sus
días a diseñar faldas y mantillas para cholitas, en su
pequeño taller de la calle Comercio, en la peatonal más
populosa de la ciudad de La Paz. Una verdadera
declaración de principios de la eterna y renovada moda
chola.
Y bien lejos de las
anoréxicas modelos de las pasarelas de París y Milán, la
voluptuosa chola boliviana muestra que es mucho más que
una dama con polleras. Pero toda historia tiene su
inicio y las palabras de Elvira Choque, una paceñita de
largas trenzas y sonrisa dorada, pueden servirnos de
epígrafe: “Ser chola es un estilo de vida que lleva
harto tiempo comprender”.
La vestimenta chola nació
durante los tiempos coloniales, cuando los españoles
(por la razón o por la fuerza) obligaron a las indias
del Altiplano a abandonar sus atuendos tradicionales
para que comenzaran a usar las ropas entonces populares
en la península ibérica – la moda chula, después
devenida chola – con polleras a los tobillos, mantillas
sevillanas y botas de media caña de tacón alto. Un
relato popular del altiplano cuenta que las cholitas
terminaron de definir su vestimenta para principios de
1900. El infaltable sombrero hongo fue adoptado por las
cholas cuando un vendedor de los varoniles sombreros
borsalinos, intentando evitar pérdidas, engatusó a las
chicas con la promesa de una segura fertilidad si usaban
el sombrero. “Los tiempos harto han cambiado, pero lo
mejor es que las señoras usen una falda. Pantalón
solamente los varones pueden usar, y las cholas que se
ponen pantalón les chupan las piernas, pierden su forma.
La cholita tiene que resaltar su forma con la falda, no
pantalón”, cuenta Vicente Barrera, un legendario sastre
potosino que vistió a buena parte de la burguesía chola
de origen aymara que surgió de la mano del comercio,
durante la década del ‘40.
La moda chola sobrevivió a
las revoluciones liberales y los cimbronazos estéticos
del siglo XX. “La mujer de pollera concentra en su
atuendo costumbres y características propias del
encuentro del Viejo y el Nuevo Mundo. El traje es una
simbiosis que comenzó en la época colonial, pero hoy
tiene un innegable toque urbano-mestizo. Es más, la
chola es la mayor expresión del mestizaje de Bolivia”,
arriesga el antropólogo Freddy Maidana. Hija bastarda
del choque violento entre las vestimentas de damiselas
europeas y mujeres indígenas del altiplano, la moda
chola actual luce con orgullo ese híbrido europeo que se
amalgamó con la milenaria tradición aymara y quechua, y
que terminaron definiendo su toque único en los diseños
de muchas de sus prendas. “Cuentan que las cholas
dejaron de hablar durante la colonia para tejer, y es en
los tejidos donde está inscripta la verdadera historia
de nuestro país”, afirma la escritora Virginia Ayllón... |