Del caserío de las faldas de Palquiza se observan las aguas del Río San Juan del Oro que corren turbias en épocas de lluvia donde los campesinos afanosos y optimistas laboran la madre tierra en ambos bandos del río. A mediados de diciembre los cultivos de maíz, papa y haba se ponen hermosísimos. Da gusto contemplar el verdor que se extiende interminablemente. Al finalizar la primavera de 1949 a las cuatro de la tarde, el cielo se cubrió de obscuros nubarrones procedentes del sur, se escuchaban fuertes truenos y algunos gritaban desesperadamente ¡la granizaaaada!... Pedían piedad a Dios y disparaban dinamitazos para dispersar las nubes. Las mujeres hacían cruces con ceniza en los patios de sus rústicas viviendas. En pocos minutos la furia de la granizada no se dejó esperar y cubrió totalmente las campiñas de Palquiza, Titihoyo y Chifloca. Los pobres campesinos desolados y abatidos deploraban su triste suerte, al ver sus sementeras inundadas de agua y castigadas por la granizada que hizo estragos. A los pocos días llegaron los empleados de la Oficina de Fomento Agrícola y las autoridades de Tupiza para ver los desastres y tratar de colaborarles; pero como de costumbre se comprometieron tramitar y gestionar para que el Ministerio de Asuntos Campesinos les ayude proporcionándoles semillas y herramientas, compromisos que quedaron flotando como pompitas de jabón.
Pasaron varios días, el padre Sol
alumbraba radiante, los campesinos contemplaban alborozados sus
cultivos al verlos retoñar. Parecían decir ¡el maíz es muy guapo!...
Daban gritos de alegría y agradecían al Todopoderoso por las
bondades que les concedió; hasta las aves se asociaron jubilosos
entonando con sus trinos melodiosos cantos de esperanza que alegró
los corazones de los humildes labriegos. Se sirvieron sendos vasos
de chicha challando a la Pachamama con el licor incaico que bebió
Huayna Capac en su alianza con la princesa Quilla. |
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